Este primer post de agosto para mi, tras una semanita de vacaciones en la que me encontré de todo en las calles de mi ciudad natal (y de todo mal, por cierto) va a ser algo atípico, aunque seguramente podamos decir que tiene algo de verdad. Porque en cualquier asunto, el punto de vista del sujeto (en este caso, yo) sirve para decidir lo adecuado o no que es cierto tema. Vosotros tenéis vuestro punto de vista. Aprovechando la serie del amigo Capreolus sobre los peligros de la carretera, me salgo por la tangente y destapo lo que para mi es el peor peligro posible: el conductor «Irre».
«Irre» no es más que las cuatro primeras letras de irresponsable e irrespetuoso. Esas dos características definen un personaje que campa a sus anchas por las carreteras, calles y caminos de nuestro país, y que estaría más cómodo en cualquier zoológico que entre la mayoría del mundo civilizado. El conductor «irre» ejerce una influencia pésima en su entorno, llegando desde el más tímido gesto de disgusto cuando nos lo encontramos, pasando por el enfado genuino, o por desgracia, llegando al susto o a una colisión que podría evitarse fácilmente.
El conductor irresponsable es el que afronta la carretera como si estuviese solo (igual que, como veremos, el irrespetuoso, pero de distinta forma), pensando que sus acciones no van a tener consecuencias más que para sí mismo (si tiene suerte y llega a pensarlo). Es decir, que si comete exceso de velocidad y pasa algo, que es cosa suya. Saltarse un «Stop» tampoco es visto como una falta, ya que según su propio criterio «lo tiene todo controlado». Es irresponsable porque con sus acciones puede determinar el destino de otras personas que no tienen nada que ver con lo que ha hecho. Es decir, su responsabilidad hacia los demás no existe, o «le resbala».
«Te meto un viaje que…»
El conductor irresponsable es, por ejemplo, ese hombre al que detectaron alcoholemia dos veces en un mismo día, que no solo es irresponsable sino también irrespetuoso, ya que queda claro que las normas se las pasa por el arco del triunfo. Es, por mucho que parezca exagerado, una persona que no desea seguir las normas sociales, al que le importa un comino lo que les ocurra a los demás, y que se cree en posesión de la razón y la verdad en todo momento. Aunque no sea capaz de mantenerse en pie…
También puede ser irrespetuoso, ese conductor que te dedica gestos obscenos cuando simplemente avisas de que vas a pasar por su lado (porque no sabes qué está haciendo), o que se toma como un ataque personal tu cambio de carril, tu adelantamiento (como si fuese el protagonista de «El diablo sobre ruedas») o cualquier cosa. Puede montar en cólera por lo más inocente que se te pueda ocurrir, y como dijo Stephen King, «esto podría pasarle a cualquiera, un día cualquiera. Hay gente loca ahí fuera, y a veces no les vemos la cara». Gente loca, no creo que debamos llegar a tanto, pero a menudo podemos ver comportamientos que rozan lo irracional, y esta podría ser la tercera acepción con «Irre» si no fuese porque no encaja.
La incluimos con calzador: irracional. Precisamente las palabras opuestas son las que deberían imperar en la carretera: responsable, respetuoso, racional. Hay que conducir alerta, sí, pero hay que saber que, probablemente, las acciones del otro conductor son fruto o consecuencia de algo. No suele pasar que un conductor actúe de forma errática o aleatoria, a menos que sufra un problema (y esa es la causa, por supuesto). Si todos actuásemos de la misma forma, no nos encontraríamos con conductores enfurecidos, irracionales, irrespetuosos e irresponsables. Y si todos actuásemos con el sentido comúnn al volante, seguramente no necesitaríamos educación vial de forma correctiva.